martes, 3 de febrero de 2015

Capitulo 1. - Hermano Lobo



1 Capitulo. Cronicas de La Prehistoria-Hermano Lobo

Torak se despertó sobresaltado, pues no había pretendido quedarse dormido. El fuego estaba casi apagado. El chico se puso en cuclillas en el frágil arco de luz y miró fijamente la negrura del Bosque que se cernía sobre él. No se veía nada. No se oía nada.

¿Habría vuelto? ¿Estaría ahí, observándolo con ojos ardientes y asesinos?

Notaba el estómago vacío, estaba helado. Se daba cuenta de que necesitaba desesperadamente comer algo, de que le dolía el brazo y tenía los ojos irritados de puro cansancio, pero en realidad no sentía nada de eso. Había montado guardia ante los restos del refugio de ramas de abeto rojo toda la noche, viendo sangrar a su padre.

¿Cómo podía estar pasando algo así? El día anterior tan sólo el día anterior habían acampado durante el anochecer azulado del otoño. Torak había bromeado, y su padre se había reído. Pero entonces el Bosque se estremeció. Los cuervos graznaron. Los árboles crujieron. Y de la oscuridad bajo los árboles surgió una oscuridad más profunda aún: una gigantesca y arrasadora amenaza en forma de oso. De pronto se les echó encima la muerte. Un frenesí de garras. Un estruendo tan espantoso que hacía sangrar los oídos. En un abrir cerrar de ojos, aquella bestia había hecho añicos el refugio. En un abrir cerrar de ojos, había desgarrado un costado de su padre dejándole una herida en carne viva. Luego había desaparecido y se había fundido con el Bosque tan silenciosamente como la niebla.

 Pero ¿qué clase de oso acechaba a un hombre para desvanecerse sin terminar la matanza? ¿Qué clase de oso jugaba con su presa?¿Y dónde estaba ahora?

 Torak no veía nada más allá de la luz del fuego, pero estaba seguro de que el claro era también un caos de arbustos y helechos aplastados. Olía a sangre de pino y a tierra arañada, y oyó el dulce y triste burbujear del arroyo a treinta pasos de él. El oso podía estar en cualquier parte. Su padre gimió junto a él. Abrió lentamente los ojos y miró a su hijo sin reconocerlo.

A Torak se le encogió el corazón.

— So… so… soy yo tartamudeó— . ¿Cómo te encuentras?


El dolor convulsionó el moreno y delgado rostro de su padre, cuyas mejillas tenían un matiz grisáceo que hacía resaltar el color morado de los tatuajes del clan. El sudor le apelmazaba el largo cabello oscuro. La herida era tan profunda que, cuando Torak se la restañó torpemente con musgo de los árboles, vio brillar las entrañas de su padre bajo la luz del fuego y tuvo que apretar los dientes para no marearse. Confió en que Pa no se hubiese dado cuenta, pero por supuesto que lo había notado. Pa era un cazador. Se daba cuenta de todo.


 — Torak… — jadeó Pa. 

Tendió una mano y los ardientes dedos se aferraron a los del muchacho con la ansiedad de una criatura. Torak tragó saliva. Eran los hijos quienes aferraban las manos de sus padres, no al revés. Trató de ser práctico, de ser un hombre en lugar de un chico. 
— Aún me quedan algunas hojas de milenrama — dijo tanteando en busca de la bolsa de los remedios curativos con la mano libre— . Quizá eso detenga la… 

— Quédatela. Tú también estás sangrando.

 — No me duele — mintió Torak. El oso lo había arrojado contra un abedul, y tenía las costillas doloridas y un tajo en el antebrazo izquierdo.


— Torak… vete. Ahora. Antes  de que vuelva. — Torak se quedó mirándolo. Abrió la boca, pero no emitió sonido alguno — . Tienes que irte — insistió su padre.

 — No. No, no puedo.


— Torak… Me estoy muriendo. Habré muerto cuando salga el sol. Torak aferró la bolsa de los remedios. Sentía un estruendo en los oídos.

  
— Pa…gimio Torak

  
— Dame… lo que necesito para el Viaje a la Muerte.—continuo PaLuego coge tus cosas.


El Viaje a la Muerte. No. No. Pero el rostro de su padre era severo.


 — Mi arco — pidió— . Tres flechas. Tú… quédate con lo demás. Donde yo voy… la caza es fácil.


Había un desgarrón en las calzas de ante de Torak a la altura dela rodilla. Se clavó la uña del pulgar en el muslo. Le dolió. Y se esforzó en concentrarse en su propio dolor.


— La comida — jadeó su padre. La carne seca. Quédatela tú…toda.


La rodilla de Torak había empezado a sangrar, pero siguió clavándose la uña. Trató de no imaginar a su padre en el Viaje a la Muerte. Trató de no imaginarse solo en el Bosque. Solamente tenía doce veranos. No podría sobrevivir por sí mismo. No sabía cómo lo lograría.


 — ¡Torak! ¡Vamos!


Parpadeando furiosamente, Torak alcanzó las armas de su padre y las colocó a su lado. Separó las flechas y se pinchó los dedos con las afiladas puntas de sílex. Entonces se echó al hombro el arco y el carcaj, escarbó en los restos del refugio en busca de su pequeña hacha de basalto. Como su fardo de madera de avellana había quedado destrozado en el ataque, tendría que embutirse sus cosas en el jubón o atárselas al cinto. A continuación, agarró el saco para dormir de piel de reno.


 — Llévate el mío — dijo su padre— . Nunca llegaste a… reparar el tuyo. Y cambiémonos los cuchillos.


Torak se horrorizó. 

— ¡Tu cuchillo no! ¡Lo necesitarás!


— Tú lo necesitarás más que yo. Y… estará bien que me lleve algo tuyo en el Viaje a la Muerte.


 — Pa, por favor. No…


En el Bosque, una ramita se quebró. Torak se volvió en redondo. La oscuridad era absoluta. Allí donde miraba, las sombras tenían forma de oso. No soplaba el viento. Los pájaros no cantaban. Tan sólo se oía el restallar del fuego y el retumbar del corazón de Torak. Hasta el Bosque contenía el aliento. 

— Aún no está aquí — dijo el padre— . Pronto. Pronto vendrá por mí… Rápido. Los cuchillos. 

Torak no quería intercambiar los cuchillos porque eso significaba que todo había acabado. Pero su padre lo estaba mirando con una intensidad que no permitía una negativa. Apretando las mandíbulas con tanta fuerza que le dolieron, Torak sacó su propio cuchillo y se lo puso en la mano a Pa. Luego desató la funda de ante del cinturón de su padre. El cuchillo de Pa era hermoso y mortífero: tenía la hoja de pizarra ribeteada de azul y en forma de hoja de sauce, y el mango de asta de ciervo estaba forrado de tendón de alce para sujetarlo mejor. Al contemplarlo, Torak cayó en cuenta de la verdad: se estaba preparando para una vida sin Pa.

  
— ¡No pienso dejarte! —exclamó— . Lucharé…


 — ¡No! ¡Nadie puede luchar contra este oso! —dijo Pa


Unos cuervos levantaron el vuelo desde los árboles. Torak contuvo el aliento


— .Escúchame — siseó el padre— . Un oso, cualquier oso, es el cazador más fuerte en el Bosque. Ya lo sabes. Pero este oso… es mucho más fuerte. 

Torak sintió que se le erizaban los pelos de los brazos. Al dirigir lamirada hacia los ojos de su padre,vio en ellos unas minúsculas venas escarlatas, y en las pupilas, una oscuridad insondable.
 — ¿Qué quieres decir?susurró— . ¿Qué…? 

— Está… poseído. — Su padre tenía el rostro sombrío. Ya no parecía Pa— . Algún… demonio…del Otro Mundo… ha entrado en éllo ha vuelto malvado.Una brasa chisporroteó, y los árboles se inclinaron un poco más para escuchar.



 — ¿Un demonio? — preguntóTorak. Su padre cerró los ojos, en un intento de reunir fuerzas. 

— Vive sólo para matar — dijo al fin— . Cada vez que mata… su poder aumenta. Lo destrozará…todo: las presas, los clanes. Todo morirá. El Bosque morirá… — Se interrumpió— . Dentro de una luna…será demasiado tarde. El demonio será… demasiado fuerte. 

— ¿Una luna? Pero ¿qué…? 

— ¡Piensa, Torak! Cuando la luna del ojo rojo está en lo más alto en el cielo nocturno es cuando los demonios son más poderosos. Tú ya lo sabes. Entonces el oso será…invencible. — 

Tuvo que esforzarsemucho en respirar. A la luz del fuego,Torak vio latir muy débil el pulso enel cuello de su padre, como si fuera adetenerse en cualquier momento. 

—  Necesito… que me jures algo. — susurro su padre

Lo que sea Pa  

— Dirígete al norte, a muchos días de camino. Encuentra… la Montaña… del Espíritu del Mundo.


— ¿Qué? — Torak se quedó mirándolo.

Su padre abrió los ojos observó fijamente las elevadas ramas, como si viera cosas en ellas que nadie más fuera capaz de ver.

 — Encuéntrala — repitió— . Es la única esperanza.

 — Pero… nadie la ha hallado jamás. Nadie puede hacerlo. 

— Tú puedes. 

— ¿Cómo? Yo no…

 — Tu guía… te encontrará.

Torak estaba desconcertado. Su padre nunca le había hablado de esa forma. Era un

hombre práctico, un cazador. 

— ¡No entiendo nada!exclamó— . ¿Qué guía? ¿Por quédebo encontrar la Montaña? ¿Estaré a salvo allí? ¿Es eso? ¿A salvo del oso?

Muy despacio, la mirada de Pa se apartó del cielo para fijarse en la cara de su hijo. Parecía que se preguntaba cuánto más podría asumir Torak.

 — ¡Ah, eres demasiado joven!dijo— . Pensé que dispondría de más tiempo. Hay

tantas cosas que no te he contado, pero no… no me odies más adelante por ello.

Torak lo miró horrorizado.Luego se puso en pie de un salto. 

— No puedo hacerlo yo solo....Debería tratar de encontrar a…

 — ¡No! — repuso su padre con una fuerza asombrosa

— . Te he mantenido apartado toda tu vida, incluso… de nuestro propio Clan del Lobo. ¡Permanece alejado de loshombres! Si ellos descubren… lo que puedes hacer… 

— ¿Qué quieres decir? Yo no… 


— No queda tiempo — lo interrumpió su padre — . Ahora júralo sobre mi cuchillo. Jura que encontrarás la Montaña, o que morirás en el intento.

Torak se mordió el labio con fuerza. A través de los árboles,desde el este, empezaba a llegarles una luz grisácea.

«Todavía no — se dijo— . Por favor, todavía no.»

 — Júralo — siseó el padre.

Torak se arrodilló y cogió elcuchillo. Pesaba mucho; era ucuchillo de hombre, demasiado grande para él. Con torpeza, tocó con la hoja la herida de su antebrazo. Luego se lo llevó al hombro, donde tenía cosida al jubón una tira de pelaje de lobo, el animal de su clan, y pronunció el juramento con voz insegura. 

— Juro, por mi sangre en esta hoja y por cada una de mis tres almas, que encontraré la Montaña de Espiritu del Mundo, o moriré en el intento. 

— Bien. Bien — suspiró Pa— .Ahora, ponme las Marcas de laMuerte. Date prisa. El oso… no está lejos.Torak sintió el escozor salado de las lágrimas. Se las enjugó,furioso. 

— No me queda ocre — musitó. 


Coge… el mío.— 

 Sin apenas ver nada, Torak encontró el pequeño cuerno para los remedios curativos hecho con una púa de cornamenta, que había sido de su madre, arrancó el tapón de roble negro y se vertió un poco de ocre rojizo en la palma de la mano. De pronto se detuvo. 

— No puedo.


 — Sí puedes. Hazlo por mí.

Torak puso un poco de agua en la palma y amasó una pasta pegajosa con el ocre y trazó pequeños círculos en la piel de su padre que ayudarían a las almas a reconocerse unas a otras y a permanecer unidas después de la muerte. En primer lugar, con toda la suavidad que pudo, le quitó a su padre las botas de piel de castor dibujó un círculo en cada talón para marcar el alma del nombre. Después trazó otro círculo sobre el corazón

para marcar el alma del clan, aunque  no le resultó fácil, pues su padre tenía en el pecho una vieja cicatriz,de manera que Torak sólo consiguió dibujar un óvalo torcido. Confió en que fuera suficiente. Finalmente, hizo la marca más importante de todas: un círculo en la frente para señalar el Nanuak, el alma del mundo. Cuando acabó,estaba tragándose las lágrimas. 

— Así está mejor — murmurósu padre. Pero Torak sintió una punzada de terror al ver que el pulsolatía más débil todavía en el cuellode Pa.


¡No puedes morirte!soltó. Su padre le dirigió una mirada de dolor y de anhelo— . Pa,no pienso dejarte; yo…


— Torak, has hecho un juramento. — Volvió a cerrar los ojos— . Vamos. Quédate tú… con el cuerno. Yo ya no lo necesito. Recoge tus cosas y tráeme agua del río. Después… vete.


«No voy a llorar»

 se dijoTorak mientras enrollaba el saco para dormir de su padre y se lo ataba a la espalda, se enfundaba el hacha en el cinturón y se embutía la bolsa

de los remedios en el jubón.Se puso en pie y miró alrededor en busca del odre de agua. Estaba hecho jirones, así que tendría que traer agua en una hoja de acedera. Estaba a punto de marcharse cuando su padre lo llamó con un murmullo.Torak se dio la vuelta. 

— ¿Qué, Pa?

 — Acuérdate. Cuando estés cazando, mira detrás de ti. Siempre… te lo digo. — Se esforzó en sonreír— . Tú siempre te…olvidas. Mira detrás de ti, ¿deacuerdo?



Torak asintió con la cabeza e intentó devolverle la sonrisa.Entonces se alejó hacia el arroyo dando traspiés por entre los húmedos helechos.Cada vez había más luz, y el olor del aire era fresco y dulce. Junto a él los árboles sangraban: de los tajos que les había infligido el oso manaba la sangre dorada de los pinos, al tiempo que algunos espíritus de los árboles gemían muy suavemente en la brisa del amanecer. Torak llegó al riachuelo, donde la niebla flotaba sobre los helechos, Sauces. Alisos. Abetos. Ni rastro del oso. Un cuervo se posó en una rama cercana y Torak dio un brinco. El pájaro plegó las tiesas alas negras, le dirijio una mirada con un ojo redondo y brillante como una gota de agua. Luego ladeóla cabeza, emitió un único graznido levantó el vuelo. Torak miró fijamente en la dirección que parecía que el ave había indicado.Oscuros tejos. Abetos rojos de los que goteaba agua. Densos.Impenetrables. Pero un poco más allá, a no más de diez pasos de donde él estaba, las ramas se agitaron. Había algo ahí.Algo gigantesco.Torak trató de impedir que sus horrorizados pensamientos se le escaparan, pero la mente se le habíaquedado en blanco. 

«El problema con un osodecía siempre su padre— es que es capaz de moverse tan silenciosamente como el aliento.Podría estar mirándote a diez pasos de distancia, y tú ni siquiera te darías cuenta. No hay defensa posible contra un oso. No puedes correr más rápido que él, ni trepar más alto, ni luchar tú solo contra él. Lo único que puedes hacer es aprender sus costumbres y procurar convencerlo de que no eres ni una amenaza ni una presa.»

Torak se esforzó por  permanecer inmóvil.

«No corras — se dijo— . No corras. A lo mejor no sabe que estás aquí.»

Se oyó un siseo. De nuevo las ramas se agitaron.A continuación oyó unos

susurros furtivos cuando la criaturase dirigió hacia el refugio, hacia su padre. Esperó en absoluto silencio hasta que hubo desaparecido.

«¡Cobarde! — dijo una voz esu cabeza— . ¡Dejas que se vaya sin intentar siquiera salvar a Pa!» 
«Pero¿qué podías hacer? — le dijo la pequeña parte de la mente todavía era capaz de pensar como era debido— .Pa sabía que esto iba a ocurrir. Por eso te ha enviado a buscar agua.Sabía que iría por él…» 

— ¡Torak! — le llegó el grito desesperado de su padre— . ¡Corre!


Los cuervos graznaban entre los árboles. Un rugido sacudió el Bosque y se prolongó más y más hasta que Torak sintió la cabeza a punto deestallar.

 — ¡Pa! — gritó. 

— ¡Corre!

De nuevo se estremeció el Bosque. De nuevo le llegó el grito de su padre. Entonces, de pronto, el grito se interrumpió. Torak se llevó un puño a la boca.A través de los árboles vislumbró una gran sombra oscura y los restos del refugio.Torak se dio la vuelta y echó a correr.

2 comentarios:

  1. Porfavoooor si estan leyendo este blog comenten aaalgooo, al menos quiero saber si existen xD

    ResponderEliminar